Los ojos del procurador de Judea

Los ojos del procurador de Judea

Especial para Eco Italiano

Espera en la silla mientras escucha que vienen subiendo al hombre por la escalera de piedra, maniatado y azotado cruelmente. Los soldados se abren paso entre la multitud que se apiña para ver el rostro del prisionero. La mayoría no logra mantener la vista fija en el por pocos segundos. El procurador se levanta con la parsimonia de su cargo y va al encuentro del hombre. El instante dura una eternidad. Luego de recomponerse, el funcionario desvía la mirada del hombre, pues no puede sostenerla. Se dirige hacia la multitud que grita en olas ensordecedoras y les expone a Dios que es juzgado por un gobierno totalitario e invasor. Pilato solo dice ¡Ecce Homo!

La imagen es de una fuerza dramática difícil de representar y es un episodio que marcó nuestra vida en la tierra. Muchos son los artistas que han recreado el momento en que Jesús fue sometido a un juicio humano. 

Ecce Homo de Antonio Ciseri es uno de mis cuadros favoritos. Lo vi por primera vez en la portada de una revista y desde ese momento no lo he olvidado jamás. La mano de Pilato en actitud demostrativa tiene una expresión única que acompaña a su cuerpo levemente inclinado. La escena es el instante en que el procurador de Judea exclama las célebres palabras que se mencionan en el evangelio de Juan: Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

La expresión Ecce Homo—He aquí el hombre—ha cobrado diferentes significados y lecturas según como se la emplee. Generalmente hace referencia a un individuo castigado y demolido como ser humano y se basa en la imagen de Jesús después de la flagelación, cuando Pilato lo enfrenta a la multitud que aguarda un sacrificio.

El cuadro contiene un elemento que le da una fuerza poco común. Pilato es el único de los personajes principales cuyo rostro no está visible. El anonimato de ese semblante de rasgos latinos, etruscos o sabinos, de actitud inquisidora, brilla por su ausencia. La belleza del cuadro reside en la tensión que genera no ver esos ojos, los mismos que un instante antes de la escena se cruzaron con los de Dios.

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Ciseri también representó con profundo dramatismo a Jesús muerto camino de su tumba. Esa imagen del hijo de Dios contiene un poder subyacente que hace a la grandiosidad del pintor. El Jesús muerto de Ciseri es la imagen de todos los muertos, la representación de una muerte genérica, implacable y, sobre todo, señera.

Todos nuestros parientes fallecidos, nuestros padres, abuelos y seres queridos que han pasado a otro plano han sido ese muerto que llevan en una túnica los seguidores de Jesús. El ser humano es sorprendente. Los desarrollos tecnológicos que ha logrado en apenas diez o doce mil años desde el surgimiento de la agricultura hablan de su ingenio e inventiva. En ese lapso pasó de vivir como recolector nómada a enviar sondas hacia el espacio exterior, sintetizar moléculas y desarrollar la informática. Sin embargo aún le cuesta asumir lo único seguro que tiene: la muerte.

Cuando pasamos por el trance de vivir la muerte—suena contradictorio pero elegí decirlo así— tenemos experiencias que nos quedan para siempre. El recuerdo de los últimos momentos de nuestros deudos, las ceremonias, el vacío posterior. Pero la esencia misma de la muerte es lo quenos cuesta sobremanera entender.

Jesús dijo en un lugar del evangelio deja que los muertos entierren a sus muertos. El cuadro nos recuerda la presencia sempiterna de la muerte en el ejercicio de la vida. La biología es determinante en nuestro comportamiento y muchas cosas que creemos culturales son características de la especie, de género o la clase. Tenemos actitudes humanas, otras de homínidos, también actuamos como mamíferos cuando arriesgamos nuestra vida por la de nuestros descendientes. La modernidad ha hecho que nos olvidemos de estas cosas. La lucha de la vida es escapar de la muerte y el premio de la vida es—precisamente—estar vivos.

Antonio Ciseri nos está recordando todo esto acerca de la falibilidad del ser humano y su destino inefable, palabra que irónicamente significa algo que no puede ser expresado con palabras. Los sentimientos más profundos y las emociones más sutiles del ser humano no pueden condescender a ser descriptos con el uso del idioma. 

Hay una belleza plástica en la forma de presentar a los personajes pero también existe un plano de religión que invoca a una adoración, en todos los sentidos, de la imagen. Escuché alguna vez que los imagineros andaluces cuando terminan la escultura asumen que ha cobrado vida y ya nos es exclusivamente su obra. Lo mismo me sucede con Ciseri

La contemplación de estas obras es un ejercicio mental que produce fuerte efecto en el estado de ánimo. Por un lado son expresiones de un dramatismo sin límites, casi como escenas sacadas de una obra de teatro en donde los personajes parecen estar vivos y no simplemente pintados. 

 Pilato de espaldas, el cuerpo de Jesús, los seguidores, María, Magdalena, son fuentes energéticas que me brindan una belleza que pone luz a mis días en este mundo. Antonio Ciseri fue un instrumento para acercar al plano de lo material, el universo del misticismo y la religiosidad.

 Este pintor de origen suizo, que eligió la ciudadanía italiana se caracterizó por trabajos que realizó por encargo en muchas iglesias de Italia y Suiza. Sin embargo su precisión y capacidad de captar detalles muy sutiles en el cuerpo humano lo convirtió en un retratista buscado y admirado. Una de sus mejores obras es un autorretrato que realizó en 1885.Celebro haber descubierto hace años a este artista que tuvo el suficiente talento para no pintar los ojos del procurador de Judea.
Florencio Cruz Nicolau
Paraná, Argentina, 2 de febrero de 2024

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