La novia del Poca

De Florencio Nicolau

La novia del Poca

Especial para Eco Italiano

Se encuentran en una plaza del barrio, pelada por los chicos que juegan al fútbol todas las tardes cuando se escapan de la escuela. La tarde de inicio de invierno se hace sentir con ese típico silencio que tiene el frio cuando invade los últimos días del otoño. Hablan en voz baja, sobreentendiendo algunas cosas, dejando en claro otras. Una parte ahora, la otra cuando se termine el trabajo. Lo de siempre. Apagar los celulares horas antes para evitar ser detectados. Camina por la calle de tierra hacia su destino de siempre, enviar gente a otro mundo en forma artesanal.

Esa noche come en una parilla barata de la zona, esos establecimientos improvisados en un garaje que solo ofrecen costilla y chorizo y los fines de semana le agregan una molleja y un chinchulín. Se toma, como todas las noches, una botella de litro de cerveza y se va a la casa de su novia a dormir.

Piensa en el camino en el Poca y en todo el trabajo que le ha dado todos estos últimos años. Buena suerte haberlo conocido en circunstancias singulares cuando salió de la cárcel. El asunto de la venta de droga genera fabulosos estipendios pero también abre el camino a la traición y— sobre todo— a la delación incentivada por las patadas de los policías. Pero hay que vivir y cuando la vida está en juego la muerte es un medio. Nunca supo hacer nada, piensa. Ninguna escuela, ninguna madre. Solo la calle, el porrón y después las drogas. Matar es hermoso.

El Poca es un gran tipo. Leal. Referente político de la zona, bañado en perfume y con unas minas bárbaras —con unas piernas que les estallan dentro de las calzas de lycra—, que lo rodean y lo complacen con lo que quiere: sexo, comida, delaciones estratégicas. El Poca es un grande. De chico lo trataron de poca cosa y de ahí que se puso ese nombre de guerra. La ironía de la vida está en todas partes, pero es en los sobrenombres en donde se manifiesta en forma preclara. El asunto es bastante sencillo y un trabajo relativamente fácil. Repasa la historia.

***

Al Poca lo había traicionado una mujer. Se trataba de una chica trans que hacía unos shows cantando cumbia en karaoke disfrazada como personajes famosos de la canción. A veces aparecía como Gilda o como Lali Espósito, incluso se animó a hacer de Madonna en un cumpleaños de quince del barrio que fue un éxito. Por alguna razón, el Poca la encontró como la mujer ideal y se enamoró de una en una noche donde la cocaína los había hecho hablar demasiado a los dos. Al otro día se disculparon mutuamente y a la semana ya compartían cama, techo y destino. El Poca había encontrado el amor verdadero —cosa rara en este mundo—en esta bella transformista, Cynthia.

Con el correr del tiempo la relación fue mejorando a buen paso. El Poca dejó a las otras mujeres y empezó a sentirse maduro y responsable. Ya no había tiempo para andar por el barrio persiguiendo chicas y demostrar así su impecable y cruda hombría. La transformista era el amor de su vida. Dormían abrazados en una pasión sin límites; la ayudaba a vestirse cuando tenía shows e incluso en un momento de debilidad absoluta la maquilló con una ternura sin límites y recordó que le temblaban las manos cuando le pintó los labios antes de una presentación en una despedida de solteros. Sos lo mejor que me ha pasado en la vida muñecona, lo mejor, dijo mientras se le estremecía todo el cuerpo cuando sentía la erección estallar bajo el vaquero.

Pasaron los meses y la cosa se volvió verdaderamente seria. El Poca ya no se quiso meter con muchos negocios y solo dejó los que le convenían. Evitó negociar con la policía y se transformó en un personaje que no era ni la sombra de lo que había sido. Era un hombre enamorado que solo buscaba la paz interior en un mundo en donde mostrar y presumir está a la orden del día. El Poca había pasado de jefe de la mafia a filósofo, una mutación que muy pocas personas pueden experimentar.

El Poca no era ningún bruto. Leía y escribía con errores de ortografía, pero nada del otro mundo en una sociedad en donde los jueces se hacen escribir los dictámenes por pasantes para no pasar vergüenza. Había cursado tres años de la escuela industrial y había aprendido un inglés básico que le permitía leer muchas cosas, lo que causaba la admiración de sus amigos. Tenía cierta sensibilidad ya que además de los CD de Los pibes chorros tenía algunas sinfonías de Beethoven.

Cynthia era una chica pretenciosa y si bien amaba al Poca varias veces lo traicionó. La demanda de trabajo, las presentaciones nocturnas con mucha cerveza y droga la llevaron a buscar aventuras carnales con todo tipo de gente. Lo más frecuente era meterse con algunos profesionales de clase media pudiente que se escapaban de su existencia acomodada en barrios cerrados para plasmar fantasías con la chica trans. La tentación era inevitable para Cynthia que veía cada vez más dinero en estas aventuras.

El Poca se empezó a dar cuenta que una traición definitiva se vislumbraba en un horizonte cercano. Cynthia ya no compraba los cosméticos en la farmacia del barrio, sino que iba al centro y se animaba a entrar en las perfumerías para pedir labiales gloss, bases de maquillaje Mac (dos frascos igual a un sueldo estatal) y regresar con dos números de Vogue y Elle bajo los brazos depilados por expertas esteticistas que se habían vuelto sus confidentes y amigas.

Cynthia empezó a escaparse con fiscales y con diputados corruptos, unos pobres tipos del interior vestidos con trajes de mal gusto que soñaban con vivir las luces de la ciudad junto a una gran mujer. Y así llegó el día en que Cynthia le dijo al Poca que se iba con otro. No había nadie, simplemente quería provocarlo, pero el Poca no era hombre de sutilezas en el lenguaje amatorio y sintió que Cupido le había fracasado en el ejercicio del arte sagitario.

Conato de violencia: gritos, insultos. Cynthia con los ojos ennegrecido por el llanto. El Poca arrepentido llorando en la cama con la cabeza entre las manos; más gritos, unos platos rotos. A las tres de la mañana Cynthia se fue para siempre.

***

Camina en el frío buscando el lugar donde se encontrará Cynthia esa noche. El Poca le dio directivas claras: matarla a quemarropa sin que le tiemblen las manos. El pago es bueno y él, sicario de vocación, no necesita recompensa para hacer lo que mejor hace y más le gusta.

Se acerca al local en dónde la música de reggaetón suena a buen volumen. Hay autos de medio pelo estacionados en la puerta. Unos muchachones toman cerveza en la vereda y un verdulero conocido del barrio oficio de seguridad del evento. Lo de siempre. Saluda a la concurrencia que le devuelve el gesto no sin cierta desconfianza. Sabe, por indicaciones del Poca que la chica trans está en la fiesta aunque no es la estrella esa noche. Le ha dado una descripción de cómo irá vestida y en donde estará con una precisión que llama la atención. ¿Es tanta la obsesión del Poca por esta mujer?

Camina por el pasillo lateral del salón de fiesta hacia la parte trasera donde hay unos baños precarios, de ladrillo visto y con un olor a orines que más que desagrado causan gracia.

Presiente el frío del arma en el bolsillo mientras se dirige hacia el baño de mujeres.

Allí está.

Pelo rubio hasta los hombros, sombra de parpado cobre y exageradas pestañas postizas. Los labios delineados y pintados de un color bronce escandaloso pero bello. Un tapado de piel sintética verde y medias de red. Es una hermosa mujer, no puede negarlo.

La mina levanta los ojos y le sonríe; él levanta la pistola y apunta.

Cynthia se saca la peluca y comienza a dibujarse un rostro conocido. El Poca le dice: la palabra suicidio no está en mi diccionario. Le arroja la mitad de la paga prometida.

Comprende todo. Dispara, junta el fajo de billetes y sale corriendo mientras recita, como siempre que termina un trabajo, Padre nuestro que estás en el cielo…

Florencio Cruz Nicolau
Paraná, Argentina, 1 de septiembre de 2024

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