Último número del mago Kelson y su ayudante Frieda

De Florencio Nicolau

Último número del mago Kelson y su ayudante Frieda

Especial para Eco Italiano

Señora Frieda, realmente lo mejor que puede hacer es arreglar su casa, más una persona como usted que ha viajado y vivido intensamente la vida, que ya tiene tantas experiencias lindas como me cuenta. Yo siempre le digo a mi señora: cuando tengamos algo de plata tenemos que viajar, conocer, pero nunca descuidar la casa, siempre hay que tenerla arreglada, pintada, a salvo de la humedad. La humedad: ¡qué problema! Si habré visto casas hermosas arruinadas por un caño roto en el living o en la cocina. ¡Ahh!, es lo peor que le puede pasar a uno, señora, la humedad. Pero esta casa está bien, se ve que la han cuidado, tiene la pintura sin manchas ni nada de eso. Y sabe porque, señora, si me permite, no vaya a pensar que me estoy metiendo en su vida. Eso es porque no hay chicos ni animales. Los chicos son la alegría de la vida, verlos jugar correr, reírse, después cuando crecen se ponen un poco ariscos y todo eso. Y se van, y bueno señora, que se le va a hacer, la gente crece y tiene que hacer su vida. A mis hijos les enseñé: chicos cuando ustedes crezcan se tienen que hacer su vida, porque nosotros no sabemos cuánto tiempo más vamos a estar. Un día uno se levanta con un dolor en el pecho y listo; al rato en la clínica y a la semana al cementerio. Y los pibes aprendieron, los dos ya tienen una casita cada uno, simple pero tiene que ver que lindas casas, señora. Aprendieron bien. Eso es la crianza. Con mi mujer siempre les enseñamos de las drogas y de la cerveza: salgan chicos pero nada de esa mugre, que después terminan internados y se quedan sin estudiar y sin trabajo pidiendo o juntando cartones por ahí. Y sabe que, señora, perdone, usted entenderá —somos grandes los dos— siempre le decíamos lleven condón porque después vienen los problemas.

Así que usted se dedicó toda la vida al espectáculo. ¡Qué interesante!, he trabajado en casas de gente de toda clase, señora, porque yo no hago distinción, para mí trabajo es igual a pan, pero nunca en la casa de una artista internacional. Qué cosa linda debe ser eso, ¿No?; así que viajó por los siete continentes haciendo sus números de acrobacia y magia con su marido. Debe ser una vida cansadora también ¿No?, Aparte dígame señora, ¿no se le mezclaban los idiomas?, porque por ahí uno está haciendo un número en Uruguay y después tiene una presentación en Venezuela y cambia el idioma, ¿No? Yo nunca salí de acá de mi ciudad pero le digo a mi señora que cuando tengamos unos ahorros nos vamos a ir por ahí, total los chicos ya son grandes. Esas fotos ¿son de usted? Que rara que está vestida de payaso, ¡ahhh!, ahí era cuando su marido la metía en un cajón y aparecía en la última fila de la sala ¡Qué bárbaro! Lo que debe ser el mundo de la magia y del circo y todo eso. A mí me impresionan los trapecistas, allá arriba caminando sin caerse y uno de acá abajo con la boca abierta temblando del miedo, que cosa ¡Que seguridad! Ahora, yo digo, ¿Deben entrenar horas?, ¿no señora?, usted debe haber practicado el día entero para cambiarse de ropa, saltar, desaparecer. Pero qué cosa linda. Lo mío es más simple, pintar, revocar, cambiar los pisos, pero soy feliz, siempre acá nomás.

Y después, señora, su desgracia. Lo siento, verdaderamente. Cosas que pasan. Pero quien iba a pensar que justo la única vez en cuarenta años de trabajo juntos, el día que lo contrataron a su marido para hacer un número solo se cayó el avión. ¡Pero lo que es el destino, señora! Parece que hay alguien que lo hace adrede. Debe haber sido un golpe muy bajo para usted señora, quedarse sola sin hijos en esta casa tan grande (pero tan linda). Y después de eso usted se recuperó. Eso es porque es una persona fuerte, enérgica, acostumbrada a los desafíos. Sino, capaz que termina deprimida o internada. Y ustedes se llevaban bien, después de tantos años de confiar en las pruebas de saltos y de magia, ¿no? ¡Qué macana! Uno propone y Dios dispone.

Acá este piso es de pinotea, es viejo pero es bueno. Me parece que algunas tablas hay que cambiarlas. Ya no se consiguen pero yo tengo un primo que guardó de una demolición y le voy a pedir dos o tres que son las que están medias feas. No se preocupe, no afecta el presupuesto. Así que en un momento las saco y las llevo para conseguir tres iguales. Va a quedar bien, quédese tranquila, señora.

Así que su marido nunca apareció, señora, disculpe que se insistente a lo mejor le trae malos recuerdos. Se cayó el avión en el Amazonas y ni rastros. Yo me acuerdo que salió en la televisión pero no sabía entonces que uno de los que iban era su esposo. ¡Qué macana, che! Si habrá gente en el mundo que desaparece y uno ni sabe donde pueden estar. Yo digo—no me malinterprete, señora—que algunos se deben ir escapados, que se yo, es una idea que tengo. Deudas o problemas familiares…pero no me escuche señora, su caso es otra cosa, es una tragedia, un verdadero drama. Menos mal que usted es fuerte, señora.

El hombre levanta las tablas del entarimado con una barra de hierro y saca las tres tablas. Ve una cosa extraña debajo. Un hombre momificado vestido de smoking de lentejuelas plateadas y una varita entre los brazos. Queda paralizado un instante eterno. Cuando recupera la compostura se da vuelta y ve a la mujer. Frieda lo mira, su cara es una máscara impertérrita, de otro mundo. Chasquea los dedos y el albañil desaparece.

Frieda, se viste de payaso, pone un CD de Mozart y se sienta a ver televisión. Toma un cuaderno de tapas duras con forro araña verde y hace una marca en la última hoja.

Florencio Cruz Nicolau
Paraná, Argentina, 3 de noviembre de 2024

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