Florencio Cruz Nicolau Eymann
Especial para Eco Italiano
¿Qué buscás?
El paisaje es un desvaído cuadro, una aguada en donde no se sabe cual es la pintura y cuál es la humedad. Así de descriptivo, como esas acuarelas que están años en una casa abandonada y las manchas ya forman parte de la obra, sin solución de continuidad. Estamos de fiesta. Hoy es un gran día. No siempre pasan estas cosas. La gente ríe y se divierte; nunca los he visto con tanta inspiración para hacer bromas sexuales y chistes pesados a los compañeros. Parece mentira que una molécula tan simple brinde tanta vida.
Estás ahí, parada mirando y sonriente en medio de la fiesta. Sos la mujer del momento. ¿Qué más querés?; sos famosa y encima te van a premiar con un buen puesto y plata.
Vida y Muerte, Amor y Odio, eso es todo en la existencia. Te felicito.
¿Recuerdas esa noche en que pasamos juntos y nos acariciábamos el uno al otro escuchando musica rara? Era una de esas composiciones que pasan en los programas de radio especializados a las dos de la mañana y que uno se entusiasma porque no las había escuchado antes. ¿Qué era? Algo ruso, seguro.
Me decías que soñabas con un mundo con agua, lleno de vida en donde los animales corrían durante todo el día regodeándose de luz y aire libre. Hablabas de peces y del color del cielo cuando llovía o estaba por empezar. Te miré divertido y después de estar en silencio un buen rato comenzamos a reír a carcajadas. Esa noche nos habían llenado el tanque del edificio.
Ah, sí, ahora me acuerdo, era un octeto de cuerdas de Reinhold Glière. Muy lindo.
***
Caminamos juntos por el paisaje desolado, casi sin vegetación. Solo sobreviven unas gramíneas duras que han evolucionado para resistirlo todo. Parece mentira como la vida se las ingenia para seguir existiendo. Me dijeron que eras buena persona, muy trabajadora pero que todavía no te llevabas bien con el inglés. No importa yo me las ingenio para entender cualquier cosa. Desde chico se me dio por los idiomas.
Me mirás con tu cara redonda, de luna rubicunda. Abrís los brazos y mirás al cielo. En una mano sostenés una ramita.
—¿Вода?, decís.
—Agua— traduzco para mi mismo— No, no hay agua por eso estás aquí, Irina Constantinovna, ingeniera agrónoma, física y rabdomante aficionada.
—Здесь нет воды, le digo, acá no hay agua.
Preparás la ramita y empezás a buscar los cruces telúricos que te dicen donde hay que perforar. Si es por perforadoras tenemos los mejores diseños que existen. Al pedo.
***
El viejo se sienta suspirando. No está cansado porque es fuerte. Pero le gusta hacer el papel de anciano que sabe mucho y que enseña a los jóvenes. Toma un poco de la bebida fría que tiene en el vaso y comienza a hablar. Es un jefe tribal, un individuo atávico que ha resurgido desde el fondo del tiempo.
—Chicos, hagan silencio. Cuando yo era un niñito vi llover. Se empezaron a juntar nubes en el cielo y se sentía que el aire se movía. Después vino viento y comenzaron a volar cosas, trapos, cartones y hojas. Al rato se oían truenos y se veía relampaguear entre las nubes que ahora cubrían todo el cielo. Era un espectáculo. La gente grande estaba entusiasmada porque hacía años que no veían una tormenta. Después, de golpe, empezó a caer agua, gotas aisladas, grandes y al minuto una cortina de agua ensordecedora. Un espectáculo. Años después, ya de grande, vi otra tormenta pero era poca cosa y fue breve. Pero esta que vi de chico no me olvido más.
Un nene que mira con la boca abierta embobado comienza a sonreír.
Agua cayendo del cielo, viejo mentiroso.
***
—Вода!…
—No, no voda, Irina Constantinovna— canturreo inventando una letra— no hay más sanseacabó la voda. No hay ni soda ni voda, Irina Constantinovna. Nos dijeron que era el planeta con más agua del Sistema Alfa Centauri y ahora estamos aquí buscándola debajo de vaya uno a saber qué. Rasqueteando esta mugre sórdida de corteza.
Irina me mira y sonríe, Ingeniera agrónoma experta en agua y cultivos en un planeta arruinado en cien años por el ser humano, que divertido. Al principio todo fue una fiesta. Este planeta es perfecto, igualito al nuestro. Lo único que necesitamos es un barbijo, un abriguito y listo y encima de todo acá nomás en Alfa Centauri, a diez años de viaje. Así quedó. Cosa de porquería el ser humano.
De qué sirve la vida si no se puede mantener. Es muy extraño todo esto. De chico uno piensa en los últimos inventos, quiere todo: comprar música en discos o memorias para almacenar millones de canciones todas iguales, copiadas por un programa que las hace automáticamente. Luego, más grandes, nos interesan los vehículos, automóviles que flotan, motos que funcionan con la mente. Después el lujo, comidas que duran años, carnes sintéticas iguales que las reales, postres programados a nuestro gusto, ropa perfecta diseñada con solo describirla; y luego nos damos cuenta que todos es respirar, comer y beber agua. No vodka ni cerveza ni refrescos. Agua. Cuando se acaba el agua se acaba todo.
Desde que llegamos acá, a esta parte del planeta, vengo sintiendo un frescor extraño; que lindo que sería encontrar un charco, así nomás, una formación reciente que no figura en los mapas o que no hemos revisado bien con los satélites. Que feliz sería. Le arrancaría el barbijo a esta rusa antipática —que es hermosa— le daría un sonoro beso y le pediría que se case conmigo sin temor a que me denuncie o me golpeé. Que porquería vivir con agua racionada y escondida en grandes tanques subterráneos. Te veo alejarte Irina, detrás de unas piedras en la lejanía. Irina Constantinovna la señora rusa que encuentra el agua. Viejo cuento del rudo campo. Una Rasputina más.
Acelero el paso porque temo perderte de vista. Y te encuentro Irina, ahí detrás de las piedras. Quieta e impertérrita con el agua barrosa del charco hasta la cintura.
— Вода— decís.
Me caigo de culo al charco y me levanto de un salto. La beso así nomás sin limpiarme. No se resiste .
—Cásate conmigo Irina Constantinovna.
—Вода—decís, te sacás el barro de los labios y me das un cachetazo, sonriendo de alegría.
***
Estás rodeada de tus nietos, una mezcolanza de colores y de lenguas. El más chico Atanasio, juega con un animal que el mismo diseñó y le dio vida con una Inteligencia Artificial. Es una especie de mono muy molesto que se mete entre los pies de la gente. Todos te miramos con alegría. A pesar de los adelantos sigue siento una curiosidad festejar los cien años. Por eso es que las empresas organizan los cumpleaños de 100 que los cobran bien pero te traen a toda la familia. Estás bien Irina Constantinovna. Sos una viejita rusa sonriente. Yo no, soy joven, 95 apenas.
—Contanos cuando descubriste agua en Alfa Centauri con el abuelo— dice Pierina, de quince años.
Irina se acomoda en la cama y se envuelve en la piel de zorro sintética. Sonriendo. Con la mano arrugada y firme toca con devoción el icono de Nuestra Señora de Kazán.
Me mirás Irina Constantinovna. No me mirés, habla. Cuenta tu día de gloria a tus nietos, viejita rusa. Yo soy tu viejito argentino de Paraná, tu único testigo, siempre fiel.
Pongo el Octeto de cuerdas en Re mayor Op. 5 de Reinhold Gliere que tanto nos gusta. Parece que por fin va a llover en Moscú Cada año llueve menos. Me mirás rodeada de nietos, alegre viejita rusa. Вода, decís.
Me encanta esta parte del octeto.
Florencio Cruz Nicolau
Paraná, Argentina 23 de marzo de 2025